jueves, 23 de agosto de 2018

Literatura Recomendada

¿A quien no le tocó alguna vez hacer de niñera/o?


La verdad que nunca antes había sido lo mío ese tema de manejarme con seres humanitos. Podía pilotear la situación cuando los infantes superaban los 6 años de vida. Simplemente los trataba como adultos, con mucha amargura, hasta que lo pobres perdían el interés y buscaban algún otro adulto para atosigar. Pero una situación muy distinta se presentaba cuando el niño en cuestión podía contar sus años de vida con una sola mano. O peor aún, si ni siquiera podía contarlos.

Siempre fui de hecho uno de esos vecinos, amigos, tíos postizos que trataba a un chico con tanto respeto y cordialidad como uno trataría a una eminencia globalmente reconocida en el campo socioeconómico:

- ¿Cómo le va caballero, que dice usted? ¿En que anda?

Claramente fingiendo, a la brevedad, un profundo y mentiroso interés por la respuesta obtenida.

- Ah... muy bien, muy interesante

Quizás es justamente por eso que nunca pude lidiar con esos pequeños tsunamis en busca de atención. Siempre buscando algo para hacer, incapaces de quedarse sentados, quietos, en silencio o en paz. Aunque sea por tan solo unos minutos. Los temas de conversación se tornaban monótonos e incoherentes. Y ni hablar de mantener el propio tono de voz. Uno se encuentra en esos momentos con la obligación moral y social de olvidar todos sus estudios y años de práctica lingüística para rebajarse al nivel del prójimo y distorsionar acentos y pronunciaciones.

Por otra parte, tal dificultad a la hora de interactuar con el projimito se debía a que tampoco tuve en realidad la necesidad de hacerlo, y de ahí la poca practica en el tema.

Un buen día, toda esta incómoda situación cambió cuando, en mi pequeño entorno familiar, se hizo presente uno de estos pequeños seres, y sin importarle el pronombre personal que para él escogieron sus padres, él se autodenominó instantánea e inconscientemente "sobrinito"

En ese preciso momento, cuando te toca de cerca convivir con esos pequeños seres humanitos, comprendes de golpe y porrazo un montón de cosas.

Entendes, por ejemplo, porqué tus tías y abuelas parecían descargar tensiones contra tus cachetes; Te das cuenta porqué TODO lo divertido y llamativo estaba prohibido y sólo te dejaban jugar con aburridos y variados juguetes de todos los tipos, tamaños y colores.


Otra revelación fue comprender porqué de chicos nos inflaban soberanamente los adornos con comida poco marketinera, cuando lo único que uno pedía era un delicioso y nutritivo postre. Después de todo, el potecito afirmaba tener en su interior las necesarias vitaminas para crecer fuerte y saludable... Al fin y al cabo; "no comer por haber comido..."

La cuestión es que de golpe y porrazo me terminé encariñando con este particular espécimen, y me obligó a perfeccionarme en todas aquellas practicas con las que no me hallaba familiarizado: hablar y comprender de modo nativo su idioma subdesarrollado, retomar el tema juguetes y dibujitos de moda, servir de buen ejemplo, etc.



Un buen día, le llegó a este tío el turno de hacerle un regalo especial al pequeñín por motivo de su cumpleaños. Quise entonces iniciarlo en el maravilloso mundo literario, para que pudiese así, en algún futuro no muy lejano, poder disfrutar del entretenidísimo blog de MacMan.
Lo que descubrí durante mi aventura en ese nuevo y desconocido mundo de la literatura infantil me dejó pensando.
Me dirigí entonces una soleada mañana de domingo a la librería más cercana con una meta en mente. Buscaba precisamente un libro para niños, que cuente una divertida historia que los infantes puedan disfrutar, y que conste de varios interesantes capítulos que puedan ser leídos por las noches a la hora de acostarse. Básicamente me encontraba queriendo transferirle al pequeñin el vicio de la sociedad actual de seguir compulsivamente una atrapante y larga historia que nos mantenga intrigados día a día.
Por otra parte, dicha narración debía excluyentemente incorporar algún mensaje de trasfondo durante su lectura, para que además de un agradable momento, mi sobrinito puediese llevarse una importante lección de vida que lo acompañe durante su desarrollo.

La primera dificultad se me presentó al llegar a dicha librería, y encontrarme con que la misma no abría sus puertas los domingos.
Volví a intentarlo entonces durante la semana, luego de una exhaustiva jornada laboral en la fábrica de tornillos, para toparme entonces con el segundo obstáculo. No encontré allí más que aburridas y redundantes adaptaciones de los ya tediosos clásicos literarios que los dinosaurios leían a sus presas para atontarlos del aburrimiento. Claramente me encontraba descartando unas increíbles sagas orientadas a adolescentes, dado que yo apuntaba a un público más infantil. Al menos por el momento.
Quizás, con buena predisposición e imaginación, podía llegar a filtrar una pequeña selección de buenos relatos, pero no me resultaban interesantes como para mantenerme despierto durante la lectura. Después de todo, debía tener en cuenta que me encontraría leyéndole a mi sobrinito el libro en cuestión tras una larga semana de fabricar tornillitos durante doce horas diarias para luego salvar al mundo durante las noches, animar los capítulos de la temporada, escribir para el blog, mantener las redes sociales, etc. etc. etc.




Indignado, me resigné a llevar uno de los ejemplares que habían pasado el precario y rústico filtro que había impuesto.
Allí fue cuando se presentó el tercer obstáculo. El regalo que me disponía a llevar costaba más que el poco efectivo que llevaba encima. Intenté pagarlo con la tarjeta de débito, pero no sólo tenía saldo insuficiente, sino que también inexistente y hasta negativo. Luego le ofrecí al vendedor mi tarjeta de crédito, pero al pasarla, la misma quedó fundida en tal pelota de deudas, morosidad e intereses, que colapsó el sistema. Intenté finalizar la transacción con cheques, bonos, pagarés, tickets canasta, mi tarjeta SUBE, créditos de Trueque… pero no hubo caso. El librito se escapaba de mis limitaciones financieras.
Desahuciado y desanimado, de regreso a mi humilde hogar me pregunté:

¿Por qué tiene que ser todo tan difícil?

Fue entonces cuando, como siempre, una brillante idea comenzó a tomar forma en mi cabeza. Desesperado, llegué a casa y me puse manos a la obra.
Enseguida recordé que el flaco que se encarga de armar la historia de la temporada de MacMan andaba en busca de nuevas historias que contar, así como nuevos personajes para crear. Es por eso que mandé un mail a info@mundoenhb.com.ar y le transmití este inconveniente para que se encargue de solucionármelo. Le exigí entonces que desarrolle una buena historia. Que sea infantil, para entretener a los niños, pero que a su vez no me duerma al leerla.
Una hora después, el flaco me contesta muy cordialmente:

Máquina, ¿Cómo estas?
Me apena no hayas encontrado lo que buscabas, pero… ¿Quién te pensas que esta todo el día ocupado haciendo lo que, por tus redes sociales, VOS andas diciendo que haces?


A lo que muy amablemente respondí:

O me inventas una historia infantil e interesante, o no actúo en el próximo capítulo de MacMan.

Acto seguido, recibo la siguiente respuesta:

Vos no actuas, y yo te borro del disco rígido y destruyo los backups.

Ni lento ni perezoso, le escribí lo siguiente:

Vos me borras y yo le muestro a un psiquiatra esta cadena de mails en la que técnicamente te escribís y respondes a vos mismo.



Les paso entonces ahora los links que, una semana después, el flaco de enHB me envió muy amablemente con la nueva apasionante historia en la que se puso a trabajar. Si alguno tenía el mismo problema que yo, o si sólo sienten curiosidad, entren a chusmear que no van a gastar ni un centavo.

El flaco dijo que iba a ir subiendo periódicamente los capítulos a su blog:
MundoenHB.Blogspot.com

 … a su página web, que en teoría es "movile friendly" (puro humo): mundoenhb.com.ar

… y también dijo que en cualquier momento lanza la App, para que sigamos la historia desde cualquier dispositivo. Yo digo que no va a tener tiempo.


¿Ustedes que dicen?


¡Un abrazo maquinas!


#MacManOficial

¿Y MacMan ?

¡Hola máquinas! ¿Cómo andan después de tanto tiempo? Aquí me encuentro nuevamente sentado frente a mi humilde PC reencontrándome con las...