"Ac
á hay
que armar
“bardo
” para que lo escuchen a uno
”
Yo creo que a todos nos ha tocado alg
ún d
ía tener que perder sustancial y
valioso tiempo realizando alg
ún
justificad
ísimo reclamo en alguna
inescrupulosa y moralmente carenciada oficina de alg
ún servicio. Con tan s
ólo
pensar que una empresa les brinda una prestaci
ón a
millones de usuarios, uno puede darse una idea de lo improbable que ser
ía que todos obtengamos de forma
inmediata y satisfactoria una ayuda justa y personalizada. Imposible. Y no s
é ustedes, no s
é d
ónde
viva todo aquel que pase a visitar esta reflexi
ón, pero
aqu
í en MalosAires, las posibilidades de
salir victorioso y satisfecho de estas oficinas se reduce a casi el cero por
ciento. Y la verdad es que siempre me indign
ó
semejante injusticia, y me carcomi
ó la
impotencia ante tanta indiferencia. Pies bien, no hace mucho tiempo me toc
ó experimentar un nuevo caso de
exasperaci
ón oficinistica, esas de las
cuales uno ya se encuentra acostumbrado y resignado, y todo ese tiempo de fila,
espera, malas contestaciones, impaciencia y mal tratos me vinieron bien para
reflexionar.
El tema es que, los que siguen la temporada en
#YOUTUBE sabr
án de lo que hablo, mi tel
éfono est
á ya un poco anticuado y pasado de moda, as
í como de tecnolog
ía, por lo que me decid
í el pasado siete de septiembre
acercarme a una oficina de la empresa prestadora del servicio telef
ónico para averiguar que facilidades
(por no decir gratis, de arriba, totalmente regalado) ten
ía para cambiar m
í tel
éfono a
uno m
ás moderno. Vale aclarar que
escog
í esa fecha en particular para
realizar este tr
ámite porque se trata ni m
ás ni menos que del
#DiaDelMetalurgico, fecha gracias a la cual nosotros los empleados metal
úrgicos no trabajamos, pero el resto
del mundo si lo hace. Eso me da cada a
ño la
oportunidad de realizar tr
ámites y
reclamos que de otra manera me ser
ía
imposible llevar a cabo, por el mero hecho de que dichas oficinas o
establecimientos operan y brindan su apasionada y atenci
ón al p
úblico
en horarios irrisorios e inaccesibles para quienes trabajamos todo el d
ía. Y ni mencionar el hecho de que sus
contactos telef
ónicos son s
ólo una formalidad, una nueva y
macabra maniobra ideada para exasperar a
ún m
ás al usuario para poder as
í tensionarlo, estresarlo y
enfermarlo. Movida que de seguro fue elaborada y financiada por las grandes
cadenas farmac
éuticas y laboratorios para
lucrar con nuestra salud.
Pero no quiero irme por las ramas.
El tema a tratar hoy en esta reflexi
ón es
otro. Ya me pondr
é a flashear acerca de
laboratorios m
édicos y aspirinas.
El tema es que el pasado d
ía del
metal
úrgico me levant
é bien tempranito para dirigirme a la
oficina de TeleChot en busca de un nuevo tel
éfono
subvencionado al cien por ciento ya sea por la empresa, o por el mism
ísimo Barba.
Como era de esperarse, la aventura comenz
ó desde
cero ya con problemas y traumas.
El bondi ven
ía retrasado, porque al
parecer los choferes de la l
ínea se
encontraban protestando por inconvenientes suyos con la empresa, por lo que
decidieron muy comprensiblemente desquitarse con nosotros los usuarios. (Lo
cual no me extra
ñar
ía que formara parte de un rebuscado y complicado plan
conspiracional de las mega corporaciones de MultiMedios para terminar de
inflamarnos los test
ículos.
Lo importante es que llegu
é. Finalmente
llegu
é a la dichosa oficina.
Claramente, como es de costumbre, uno no aprovecha ese viaje para relajar
tensiones, sino que por el contrario, va planeando su estrategia de ataque,
contemplando siempre una respuesta negativa e insensible por parte del enemigo.
Al momento de llegar a la oficina uno ya ataca con su artiller
ía m
ás
pesada al primer militante de la empresa de servicios que se le cruce, tras
haber fallado todos los dem
ás
medios diplom
áticos en nuestros
pensamientos. Es por eso que, sin pensarlo dos veces, le tiramos nuestra bronca
al pobre polic
ía de la entrada que s
ólo est
á
capacitado y autorizado para darnos un n
úmero y
mostrarnos la direcci
ón hacia
la recepci
ón, siendo el mismo guardia un
filtro que la mism
ísima diab
ólica corporaci
ón sit
úa en
nuestro camino por esa misma raz
ón.
Nada all
í adentro es al azar. Todo est
á fr
íamente
calculado.
La cuesti
ón es que despu
és de hablarle mal al pobre polic
ía/portero/recepcionista/filtrador de
puteadas, con mi numerito en mano fui y me sent
é en una
especie de living que ten
ía la
sucursal.
Claro, para eso si est
án
preparados. Para brindar un servicio como la gente no tienen recursos, pero
para hacernos esperar parecen mandados a hacer. Es como si se tratase de una
empresa que se dedica a poner livings y sala de espera por todo el pa
ís que, a modo de atenci
ón, te ofrecen servicio de telefon
ía.
Esa fue mi primera impresi
ón.
Incre
íblemente, aquel sal
ón no hac
ía m
ás que
acumular "esperadores", a diferencia de la fila para adquirir nuevos
productos y servicios, la cual avanzaba m
ás r
ápido que mis entradas.
Afortunadamente, la sala de estar contaba con un hermoso y gigante LED, a modo
de entretener y hacer m
ás
placentera nuestra prolongada estad
ía. O al
menos la m
ía. Todos ah
í parec
ían
poder aprovechar el tiempo, sumergidos en sus modernos tel
éfonos. Si yo dependiese del m
ío para pasar el tiempo me aburrir
ía m
ás que
catalogando botones.
Por otra parte, si bien la idea de la tele estaba buena, no conformes con
hacerlo a uno esperar una eternidad, y empecinados en tirar el humor de sus
clientes a la basura, cerrar la bolsa, llevarla al contenedor y llamar al cami
ón para que se la lleve, los muy s
ínicos dejaron puesto un canal de
noticias, el cual no hac
ía m
ás que tirar p
álida tras otra.
Que problema por alli, y que problemas por allá. Que corrupción por un lado y pobreza por el otro. Que la delincuencia, que los piquetes, que las coimas y los sobornos...
Y aparte de eso... las noticias internacionales.
Que inundados por un lado, que atentado por el otro. Que crisis financiera por
all
í, y cat
ástrofes
ecol
ógicas por all
á.
Para eso prefer
ía escuchar las huevadas que
reclamaba la gente ah
í en el
local.
Que uno se hab
ía quedado sin datos. Que al
otro le figuraba una factura impaga. Un pibe de unos quince a
ños quer
ía que
le cambien el celular porque la pantalla le vino marcada, y una se
ñora de unos sesenta y largos estaba
cansada de quedarse sin cr
édito
sin haberlo usado.
Obviamente, nadie ten
ía
tiempo para estar all
í
discutiendo, y todos ten
íamos
mejores cosas que estar haciendo.
Entonces me tom
é unos segundos para analizar
semejante contraste....
Muy posiblemente, algunas de las personas que all
í nos encontr
ábamos, "perdiendo el
tiempo", estar
ía transitando un dif
ícil momento en el que los minutos
estuviesen contados, por lo que la irritabilidad estar
ía comprensivamente justificada. Pero
….
¿Se justificaba en todos ?
¿No habr
á peores problemas en el mundo
para hacerse mala sangre, siendo nuestro paso por aquel living tan solo una
piedrita en nuestro camino ?
La respuesta la estaban pasando por la tele.
Todas esas personas damnificadas, evacuadas, internadas y entrevistadas dar
ían cualquier cosa por encontrarse en
nuestra posici
ón. Simplemente... aburridos.
Entonces volv
í la mirada a mi entorno, y
con una analog
ía rara y rebuscada ca
í en la cuenta del verdadero problema
que padec
ía toda esa gente sentada en
la sala de espera. La empresa se comportaba como una bacteria.
Es bien sabido hoy por hoy, por suerte, que no es bueno que la gente se
automedique. En tiempos en los que la ignorancia en cuanto al tema rondaba
peligrosamente suelta por las calles, en cuanto la gente sent
ía alg
ún peque
ño malestar corr
ía en primer instancia a su farmac
éutico amigo, quien con total sabidur
ía irrespaldada y basada en la estad
ística y experiencia m
ás que en a
ños de estudio y desarrollo, nos prove
ía sin mucho pre
ámbulo de alg
ún medicamento, como ser por ejemplo el antibi
ótico.
Hoy sabemos que a causa de tal generosidad, y por habernos ahorrado la visita
al m
édico, las bacterias fueron
entrenando y ejercitando lo largo de los a
ños con
dichos remedios mal recetados para ponerse grandes, fuertes, trabadas, llenas
de ravioles en su abdomen y tubos de gimnasio, para volverse cada vez m
ás resistentes a la autoridad. Como
cualquier adolescente.
Volviendo a nuestra realidad...
-"Ac
á, si quer
és que te resuelvan el problema, tenes
que venir enojado a hacer quilombo...."- escuch
é que le dec
ía un
anciano a otro.
-"as
í es.." - le respondi
ó el mismo.
Y as
í, con el as bajo la manga,
con el secreto del
éxito, con el truco para pasar
ese nivel dif
ícil, un d
ía la gente comenz
ó a percatarse que las grandes
empresas no quer
ían lio en sus oficinas. No
quer
ían gente gritando en sus
locales. No quer
ían problemas. Prefer
ían evitar esa mala publicidad. Y es
por eso que se esforzaban en resolver los problemas, por m
ás disparatados o incongruentes que
fueran los mismos.
Dicho rumor comenz
ó a circular entre los
usuarios y clientes, quienes ante la posibilidad de obtener lo que buscaban de
forma casi inmediata, no dudaban en recurrir a aquel interesante
"atajo".
Y as
í como uno aprendi
ó con el tiempo a luchar contra sus gastos
fijos, y el pobre virus (tambi
én con
derecho a vivir) aprendi
ó a
resistir los ataques desmesurados y fulminantes de los antibi
óticos, el sistema aprendi
ó a defenderse del innecesario,
desmedido y egoc
éntrico apuro de la gente.