El
insoportable calor no da tregua en las desérticas calles de la ciudad, en una
madrugada en la que los despertadores de los incansables trabajadores
del pueblo comienzan a sonar, dando inicio a un nuevo día
en Malosaires. Para algunos, quizás un nuevo rutinario y monótono
amanecer, más lejos están de conocer, el peligro que los asecha.
Afortunadamente, nuestro emergente héroe se encuentra ya en camino a hacerle frente a la situación, con decisión y convicción, en el 351, ramal Escobear, el que va todo derecho por la autopista Pascual Payaso.
Afortunadamente, nuestro emergente héroe se encuentra ya en camino a hacerle frente a la situación, con decisión y convicción, en el 351, ramal Escobear, el que va todo derecho por la autopista Pascual Payaso.
Así como
las instrucciones recibidas lo pidieron, Macman se dirige sin
preguntas a lo que parece ser la escena del crimen, para iniciar la investigación.
Si bien al
salir del cuartel general secreto hace tan solo unos minutos, el enmascarado
enganchó justo el colectivo que lo dejaría a unas pocas cuadras de la
escena donde ocurrió el siniestro, el viaje es largo, y el justiciero se
encarga día tras día no sólo de combatir el crimen, sino también de luchar
contra las oscuras fuerzas del gasto fijo y los demoníacos impuestos. Ambas
batallas le dejan pocas horas de descanso, así como por demás estrés,
nervios, desilusiones, fatiga y cansancio físico. Semejante equipaje acompaña
al héroe constantemente, a donde quiera que vaya, incluyendo el viaje en cuestión.
A las
circunstancias se suma el suave y continuo vaivén del medio de transporte,
sacudiéndose al compás de deterioradas y maltratadas calles, lo que termina por
rendir a nuestro héroe en un fugaz sueño pasajero, al tiempo que una agradable
señora mayor de movilidad reducida, se incorpora a la tripulación, quien
lentamente camina hacia donde el enmascarado recupera fuerzas y acomoda ideas.
El episodio es malinterpretado por
otro pasajero, que lejos de cederle su asiento a la dama, acusa al
héroe de fingir su somnolencia para asegurar un viaje más confortable y
placentero.
Dichas
calumnias dan inicio a un tenso intercambio de subjetivas opiniones e innecesarias
blasfemias, las cuales cesan gracias a la paciencia del justiciero quien, si
bien arde en deseos de darle su merecido al chismoso pasajero botón, reconoce
que el pleito puede ser evitado, habiendo cuestiones más urgentes a las cuales
dedicar el esfuerzo, y aceptando la innegable realidad de que la señora mayor
apreciaría más un asiento libre que una ridícula disputa de virilidad y
testosterona.
La
agradable anciana reconoce el cortés gesto por parte del caballero enmascarado,
por lo que decide equivocadamente retribuir el favor con una agradable y
distendida conversación, la cual no es tan bien recibida como lo esperado; el
mal humor y la bronca recientemente engullidos y reprimidos, no hacen del
madrugador héroe un receptor caballerezco, amable y sutil para entablar un diálogo
frívolo y trivial.
Tras
algunas incómodas preguntas y forzadas respuestas, lejos de tranquilizar el
ambiente del viaje, la sufrida conversación entre la anciana y Macman se ve
abruptamente interrumpida por la desafortunada aparición de un desagradable
malviviente, quien pretende hacerse de las pertenencias más valiosas de los
inocentes pasajeros.
Sin
restarle importancia al asunto, nuestro héroe es consciente de que aquella
situación no debe interponerse a su actual misión; La inmediata detención del
hampón incurriría en una extensa burocracia, consumiendo valioso tiempo y
recursos que apremian, mientras que la falta de acción por su parte alimentaría
la voraz injusticia que reina en las peligrosas calles de su querida ciudad.
Entre la
espada y la pared, el enmascarado justiciero dispone de tan solo segundos para
tomar una decisión
¿Se
saldrá el hampón con la suya?
¿ Llegará Macman
a tiempo a su destino?¿Llegará a pagar el saldo total de su tarjeta a fin de mes?